Hacia el norte


Escocia no iba a ser menos, y como cuando llegué a Irlanda, me recibió la lluvia. En este caso caía bastante más y pedalear por la carretera cerca de los coches fue un poco estresante. Menos mal que el cámping de Stranraer estaba muy cerca del sitio donde desembarqué y pude plantar la tienda en cuanto bajó el ritmo de la lluvia. El siguiente día fue mejor en cuanto al tiempo, y llegué a Prestwick sin problemas. El día siguiente pasé por Glasgow, pero sin entrar en la parte central de la ciudad.

Ya me parecía raro estar en escocia y no escuchar alguna gaita. Me recordaba a Galicia cuando hice el camino de Santiago, que incluso en medio del bosque, había alguien tocando la gaita o cuando llegas a Santiago de Compostela, donde llegando a la plaza siempre hay un gaitero tocando en el pórtico de la entrada. En este caso creo recordar que fue cerca de la población de Callander

Saliendo de Callander, se bordean varios ríos hasta llegar al lago Tay, durante un recorrido por carretera asfaltada estrecha muy agradable aunque con algunos desniveles constantes, hasta llegar a Kenmore y acabar acampando en el cámping de Aberfeldy. Recuerdo que tuve un problemilla cuando fui a pagar por la plaza y me cobraron más de lo que se ofertaba en la web. Menos mal que me di cuenta, y pude comentarlo con la encargada de la recepción. Que somos pobres!

El siguiente día, me esperaban paisajes más propios del norte de escocia, con esas montañas verdes peladas, sin apenas árboles y con espacios muy abiertos. En cierto modo, me recordaba a parte de Islandia. Fue uno de los días que más he disfrutado del viaje, por las vistas y por el estado de forma que había ido acumulando. Incluso la última subida hasta llegar al cámping de Invernahavon, se me hizo muy llevadera.


Aproveché para pararme un rato debajo de un letrero que ponía que ya estábamos en las tierras altas de Escocia, las "Highlands". Pero mira que estoy en las nubes, que no me di cuenta de lo que había en medio del lago del cartel. Era Nessie! el monstruo del lago Ness que estaba relativamente cerca de donde estaba.


Al llegar al cámping, conocí a un motociclista que iba con una moto Honda Africa Twin y que acampó justo a mi lado. Mira que había espacio libre en todo el cámping, pero supongo que le causó curiosidad ver a un ciclista por esos lares. Cuando me preparé para cenar, estuvimos hablando y me comentó que era de Alemania, que se había comprado la moto y que le había dado por viajar con ella. La verdad es que me pareció un motarrón perfecto para viajar. Creo que lo que más le gustó fue mi hornillo Trangia de alcohol, en el que me preparé unas longanizas y un puré de patatas, mi plato preferido últimamente.

La siguiente etapa, fue donde llegué hasta la parte más al norte de Escocia de mi viaje, dejando Inverness al oeste, y ya dirigiéndome al este para empezar a bajar por la costa hacia el sur. Recuerdo llegar al cámping Riverside de Elgin sobre las 5 de la tarde donde me recibió una señora mayor. Me hizo mucha gracia porque se empezó a quejar de que la gente viniese a la hora de cenar. Parece que le interrumpí la rutina a la pobre mujer. La zona estaba llena de conejos que iban de aquí para allá libremente

Así que desde Elgin, llegamos a la costa norte, pasando por Buckie, Cullen, Banff, hasta llegar al cámping de Turriff. Desde Turriff llegamos a Aberdeen, hago alguna foto a la universidad "Marischal" y continúo hasta llegar al cámping de Stonehaven

El día anterior a llegar a Dundee, hablé con Sally, la chica escocesa que me encontré en Dieppe, y le vino bien que me pasara por su casa para poder pasar la noche. Allí me recibieron ella y Dani, su pareja, en una casa unifamiliar perfecta para dejar la bicicleta y descansar. También son unos fanáticos de la bicicleta. Tenían varias en su cobertizo. Hablamos sobre lo cambiante del clima de escocia, en donde nunca había visto las nubes correr tan rápido, de bicicletas, y particularmente sobre las elecciones que había hecho para montar la mía. Dani me ofreció una cerveza con sabor a alguna fruta roja que ahora no recuerdo y comimos falafel al horno con una mayonesa de ajo, sólo con leche de soja y algo de vinagre y una ensalada que Sally había preparado. Hablando sobre el viaje, comenté que me había comprado una flauta "Penny Whistle" en Irlanda, a lo que Sally aprovechó para enseñarme una canción sencilla que venía en la caja y tocamos los dos a la vez, ya que ella sabía tocarla. Lamenté no haber hecho una foto de despedida a la partida el día siguiente

De camino en el siguiente día, pasé por la reserva natural del lago Leven y cerca de "Scottish Lavender Oils", un campo de lavandas que parece bastante turística. Y al llegar a Edimburgo, me topé con algún puente que cruzar, de los que algunos parecían cerrados y tuve que improvisar para ver cual estaba adaptado para pasar en bicicleta. Por casualidad, encontré un albergue juvenil por muy poco dinero, aunque el inconveniente fue, que tuve que dejar la bicicleta en las calles de Edimburgo para pasar la noche. La dejé en un hueco de escalera que había cerca con los dos candados que tenía. Me tranquilizó un poco que también había otras allí


Así que al llegar dejé los trastos y me fui a pasear por la ciudad, recorriendo la milla verde y admirando las calles en las que se basó J.K. Rowling para sus libros de Harry Potter

Los siguientes días fui por la costa pasando por Dunbar, Eyemouth, Berwick-Upon-Tweed, Amble, Blyth, Newcastle Upon Tyne, Middlesbrough y Lythe.

Habiendo llegado al final del día, al dejar la bicicleta apoyada con mi pata de cabra, oigo un ruído ¡clack!, y veo que se me cae la biciceta. ¿Qué habrá pasado? Al fijarme, me di cuenta de que se había roto el acople de metal que sirve para atornillar la pata al cuadro. Ya me lo venía oliendo, porque noté que le había salido una fisura cerca de uno de los ojales. Un gran defecto de este cuadro es esa patilla que no es tan dura como debería, aunque pensándolo bien, quizás es la mejor manera para proteger el cuadro de esfuerzos excesivos al llevar un gran peso de equipaje

En los dos últimos días por Reino Unido, pasé por Whitby, Scarborough, Bridlington, Driffield, Berverley y Hull, destino final en el que tomaría un ferry hacia Rotterdam que me llevaría toda la noche. Me costó unos 200€ hacer el viaje, una barbaridad, pero era menos caro que hacerlo desde Newcastle. Para ello reservé una cabina para poder dormir tranquilo, y después de alguna cerveza admirando el paisaje, pude dormir como un lirón para prepararme para la siguiente etapa del viaje