La parte Francesa empezó para mí en Hendaya, donde ya las calles tenían señales en lengua francesa, y donde finalmente terminaría la lluvia que me había estado acompañando desde Irún. Desde aquí, ya fui siguiendo la Eurovelo 1 que llega hasta Roscoff, completando una distancia total de 1300 km a través de la costa atlántica y la Bretaña Francesa que recorrí completa. A lo largo de la ruta, sobre todo al principio, se recorren playas inmensas a través de las Landas, que también tienen cerca bosques y zonas verdes que los Franceses han estado recuperando a lo largo de los últimos años a las tierras de pastoreo y agricultura. Lo mejor de Francia para un cicloturista que mira por sus ahorros, es que los cámpings que hay a lo largo de la ruta son realmente baratos, especialmente si buscas un poco y priorizas los municipales. Muchos de ellos están entre 6 y 10€ y tienen todos los servicios necesarios. En mi ruta no me he encontrado uno que no estuviese limpio o que le faltase algo, y muchas veces hay algún sitio en el que recargar tus gadgets. Por otro lado, también hay algunos que te pueden cobrar 30€ por las mismas comodidades, aunque suelen tener piscinas o incluso parques acuáticos que en realidad no tienen uso para mí. 

Así que el primer día que estuve en Francia no tuve muchas complicaciones, a parte de que me había lesionado el gemelo derecho hasta el punto que cada pedalada era un pinchazo de dolor enorme. Por suerte, el primer camping que encontré, “Les Pins Blaus”, era bastante barato, y sorprendentemente bastó un día más de reposo sin casi moverme en la tienda, para que el siguiente día pudiese pedalear sin problemas. Más adelante, ya en Inglaterra, me daría cuenta de que todos mis problemas eran consecuencia de haber elegido unos pedales con calapies y de calzar zapatos normales. En realidad eran de skate y pensaba que tendrían un extra de rigidez que me vendría bien, pero justo eso, la falta de rigidez, resultó ser la causa por la que me lesioné 3 veces en un mes y medio. Eso me pasa por escuchar consejos de youtubers, que al menos en este caso resultaron desastrosos. Pero bueno, todo es una experiencia, y si no fuese por probar cosas nuevas, no estaría tan enamorado del sillín que elegí y que indicaré en un post futuro, el cual eliminó todos los problemas que he tenido con los sillines hasta ahora.


Volviendo a la Eurovelo 1 Francesa, la verdad es que es un sueño cicloturista por el que pedalear, porque están todos los caminos muy bien asfaltados y mantenidos, donde es frecuente encontrarte con trabajadores municipales limpiando la maleza que crece a los alrededores de los caminos y donde el camino está perfectamente señalizado. Me recordaba mucho a la ruta del Danubio desde Pasau hasta Viena en la que es fácil recorrer 100 km al día si te lo propones sin demasiado esfuerzo. Este tipo de rutas atrae a familias y a gente jubilada, que usualmente, suelen viajar en bicicletas eléctricas. Una gran opción, porque contribuyen a mantener a la gente sana en edades avanzadas, y permiten viajar de forma mucho más sostenible, mientras disfrutas de estupenda comida y de paisajes espectaculares. En cuanto a la comida, lo que más he visto han sido las “Moules Frites”, que son mejillones hervidos acompañados de patatas fritas y que suelen ofrecer multitud de restaurantes en las orillas del mar. En la parte de la Bretaña, suelen tirar más por los crepes, que al menos el que yo probé en un camping cerca del final de la Velodisee, estaba más crujiente de lo que había probado nunca y estaba realmente bueno. En un viaje tan largo como el que estoy haciendo, no suelo ir a restaurantes a menudo, pero de vez en cuando me apetece una pizza o algo local para descubrir nuevos sabores y aumentarme la moral. Pocas cosas hay que me aumenten los ánimos que la comida, pero si te lo trabajas, con un poco de imaginación puedes prepararte comidas realmente apetecibles. Por ejemplo, un día que pasé cerca de Rochefort, no pude evitar comprar el queso mítico con el mismo nombre y hacerme una buena ensalada acompañada de unas alubias. Nada mejor que ir a dormir a la tienda con el estómago contento.


En esta parte hablé con una mujer que viajaba en caravana con una bicicleta detrás y me contaba que siendo más joven se había recorrido Rumanía en bicicleta y me recomendaba mucho visitar el país. Me lo contaba con bastante nostalgia, porque con la edad, la cadera les estaba empezando a fallar y esto le impedía hacer viajes largos. Ahora se contentaba con coger la bicicleta en rutas cercanas de donde acampaba con la caravana. Al final te tienes que adaptar a las circunstancias de tu vida y pensar que siempre habrá alguna forma de disfrutar de lo que te gusta, aunque no puedas hacer lo que solías hacer. La vida es cambio, hay que estar preparado para todo y pensar que por mal que nos veamos, seguramente alguien está peor que nosotros y no se fija tanto en los puntos negativos. 

Hasta llegar a Nantes, crucé una zona bastante agraria en la que había ausencia de árboles y la vista la dominaban los campos de pasto y de trigo, pero una vez allí, me encontré en una ruta que va hasta Brest a través de un canal con 236 esclusas a lo largo de 360 km por los que puedes cruzar la Bretaña Francesa. En esta última parte me encontré con dos Bretones en un camping municipal con los que compartí un chorizo muy picante y una cerveza a los que me invitó uno de ellos, Regis, con el que coincidiría también en un camping cerca de Morlaix y con el que compartí charla entre cerveza y un crep a los que también me invitó

Desde Morlaix, decidí continuar por la Eurovelo 4, que recorre Normandía y que seguiría hasta Dieppe. En el camino, pasé por multitud de playas y zonas con la marea baja, en las que podías ver a gente recogiendo algas, almejas, o lo que sea que sea comestible. El principal motivo por el que quería seguir esta parte norte de Francia, era llegar hasta el Mont St. Michel, que siempre ha estado presente en mi vida porque mis padres tienen un cuadro que preside el salón de estar de casa. La pintura tendrá más de 40 años, y seguro que la plataforma que hay ahora construida para llegar hasta allí no existía, o la multitud de tiendas de souvenirs y restaurantes de comida rápida que hay en el interior y que hay que atravesar para llegar hasta la abadía, pero la esencia estaba allí. Por fuera parece más grande de lo que es en realidad, pero a mí me valió la pena visitarla y descubrir sus interioridades.

Y por casualidad, resulta que llegué a Normandía en una fecha clave, porque justo el 6 de Junio, se celebra el desembarco de Normandía y hay multitud de frikis vestidos de soldados, con coches y motos militares, y donde el cielo se llena también de aviones de combate (no creo que fuesen de la época, pero tampoco soy un experto). Una suerte, porque allí estaba cámara en mano para tomar unas fotos. 

La última parte llegó al cruzar el puente de Normandía, una maravilla de la ingeniería, que por suerte tenía carril bici y que pude cruzar sin muchos inconvenientes, aunque con mucho tráfico de camiones, para llegar a Le Havre y finalmente unos días después, tomar el ferry desde Dieppe hasta Newhaven donde pondría fin a mi estancia por Francia y llegaría el país de los Fish and Chips y los campings no tan baratos: Reino Unido. En el ferry, me encontré a una chica escocesa montada en una bicicleta Genesis Croix de Fer con 4 alforjas, que al verme, se ofreció rápidamente por si necesitaba alojamiento y pasaba por Dundee, donde vive con su pareja. Me sugirió también utilizar la web de warmshowers para encontrar sitios donde dormir, y creo que realmente debería empezar a utilizarlo.

Haciendo una retrospectiva sobre mi paso por Francia, no puedo más que recomendar el viaje. Fácil de pedalear, con multitud de sitios donde dormir barato y gran oferta de restaurantes. Es un paraíso cicloturista por el que hay que pasar al menos una vez en la vida